martes, 7 de mayo de 2013



Maravillosas cápsulas literarias tomadas prestadas


De “Fragmentos de amor furtivo” (1998). Héctor Abad Faciolince.

Cuando una mujer desea, cuando la llama de su cuerpo se enciende y la llama, desprecia todo poder, se burla de él.

… el potente, astuto, devastador erotismo femenino, capaz de preferir al último de los esclavos, si lo desea, en vez de los altos, luminosos y sabios soberanos.

La hipocresía, recordó, es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud.

Eso es lo que les dicen casi todas las mujeres a los hombres, cuando sospechan que éstos se fijan en el asunto: que solamente lo han hecho con un hombre, con nadie más. No confiesan todos sus amantes, confiesan uno o dos: es el homenaje que el placer le rinde a la virginidad.

… uno en la felicidad es fiel.

Las mujeres saben que cada hombre se figura que su mujer –silenciosa o vaga– está hecha a imagen y semejanza de su deseo, a la forma justa de su vida, a la medida de su pensamiento.

Lo que todo el mundo quiere, en el fondo, es que lo miren largamente a los ojos.

La realidad, esa terrible aglomeración de sustantivos, ese montón de agresiones y alegrías.

… el amor precario, inestable, de un corazón infiel.

Quien teme el engaño, lo padece mil veces antes de padecerlo.

Más de la mitad (de las mujeres) están a punto de darlo y si no lo dan es porque nadie se los pide.

La rabia, es la rabia lo que más lleva a una mujer a conseguir otro.

Es un  momento terrible, cuando se ha amado, notar que se deja de amar.

Ahí tengo a Rafa, por ahora, que sigue listo a pesar del zapato. Mientras tenga piernas, tetas, coño, pelo, brazos, cuerpo, voy a seguir teniendo hombres. Todavía los puedo seducir.

Enamorarse demasiado es un error, uno mismo se pierde. Es mejor cierta indiferencia, cierta fuerza.

Cuando el amor furtivo no es furtivo, es decir, cuando deja de ser algo escondido, cuando el episodio secreto más insignificante se revela, adquiere un peso desmesurado.


De “Luna amarga” (1992). Pascal Bruckner.

… lo que tienen en común las mujeres y los comisarios de policía: el fantasma de la maquinación.

No vivir en pareja es renunciar a la propia leyenda, es perder la unidad de una historia para adquirir el desaliño de un rumor.

… el deseo es hijo de la astucia.

La perversión no es la forma bestial del erotismo, sino su parte civilizada.  

El amor es, evidentemente, dos soledades que se acoplan para crear un malentendido.

Amar es dar al otro, por propio consentimiento, un infinito poder sobre uno mismo.

Las nalgas son una imagen del paraíso, un símbolo de riqueza, una Jauja viviente: de ahí el atractivo que ejercen sobre los creyentes y los pobres.


De “Buzón de tiempo” (1999) y “Vivir adrede” (2007). Mario Benedetti.

Sé que no escribís a los amigos (y menos aún a los enemigos), me consta que sos un estreñido postal.

… el respeto por la soledad del ser amado es una de las menos frecuentes pero más entrañables formas del amor.

… la curiosidad que suele producir un rostro anónimo.

Los ascensores suben al décimo piso y luego vuelven a planta baja, pero nadie los llama descensores.

Hay cuerdas vocales, pero no hay cuerdas consonantes.

... algunos pájaros murieron con las alas puestas.

Se dice que el amor nació con el universo. Lo de Adán y Eva es sólo un cuentito para que los curas entretengan a los fieles.

El amor  en que intervienen tres es un problema y el humo que se eleva de esa hoguera se llama celos.

El pasado es la única temporada que crece cada día.

Las religiones toman las armas y los dioses aprietan los gatillos.

Las ventanas son los ojos del mundo y las cortinas son sus párpados.


De “La identidad” (1998). Milan Kundera.

Éste es uno de los secretos de la vida de las mujeres, de cada una de las mujeres, esa promiscuidad nocturna que convierte en sospechosa cualquier promesa de fidelidad, cualquier pureza, cualquier inocencia.

Si un hombre escribe cartas a una mujer, lo hace para preparar el terreno en el que, más adelante, la abordará para seducirla. Y, si la mujer guarda en secreto esas cartas, lo hace para que su discreción de hoy proteja la aventura de mañana. Y, si además las conserva, lo hace porque está dispuesta a entender esa futura aventura como una relación de amor.

… ningún  amor sobrevive al mutismo.

… nadie puede hacer nada contra los sentimientos, ahí están y escapan a cualquier censura. Uno puede reprocharse tal acto, tal palabra pronunciada, pero no puede reprocharse un sentimiento, simplemente porque no tiene poder alguno sobre él.

No puedes medir el recíproco afecto entre dos seres humanos por la cantidad de palabras que intercambian.  

… todas las mujeres miden el paso del tiempo según el interés o el desinterés que los hombres manifiestan por su cuerpo.


De “Ella” (1970). Anónimo .

Casi todas las mujeres rehuyen las palabras fuertes, especialmente todas las que refieren al sexo.

Ningún hombre puede obligar a una mujer a abrirse de piernas, si no es forzándola. Cuando una mujer ya ha consentido en abrir sus piernas, en el momento de abrirlas ya no le importa quién la penetra.


De “Desgarradura” (1983). E.  M. Cioran.

Cuando nos levantamos de mal humor es inevitable que acabemos haciendo descubrimientos atroces, aunque no sea más que observándonos.

Si dejamos a los demás ser como son, nos lo agradecerán, mientras que si deseamos a toda costa su felicidad, se vengarán.

“¿Qué es el mal? Lo que se hace para conseguir un instante de felicidad en este mundo.” Abhidarmakosavyakhya

Quien no haya sufrido no es un ser; es, todo lo más, un individuo.

…cuando asistimos a un entierro y vemos el engaño de la vida desenmascarado de repente.

Por muy lejos que vayamos, siempre arrastraremos la indignidad de ser –o haber sido– hombres.

Mi misión es matar al tiempo, la suya matarme a mí. Se está perfectamente a gusto entre asesinos.

Un hombre sensato no se rebaja a protestar, apenas si consiente a indignarse. Tomar en serio las cosas humanas demuestra alguna secreta carencia.

¿Qué es el dolor? Una sensación que no quiere pasar inadvertida, una sensación ambiciosa.

Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas incluso. Un libro debe ser un peligro.


De “Viuda negra” (2001). Richard North Patterson.

Lo que los niños más desean de los adultos (…) es resultarles importantes, agradarles.  

El blando sonido que hizo era el sonido de una duda resuelta, de un final confirmado, en toda su triste inevitabilidad.


De “Energía vital” (1992). Fay Weldon.

… las necesidades de la humanidad en libertad, como las necesidades del individuo, por desgracia, rara vez se ven satisfechas. Todos estamos demasiado llenos de deseos para nuestro propio bien.

La verdad es un amo demasiado duro para no sentir la necesidad de engañarle.

Las esposas tienen aventuras no sólo para mitigar los deseos de la carne, sino para mitigar también el furor del espíritu.

Los amantes ilícitos creen siempre que son invisibles, pero naturalmente no lo son ni quieren serlo de verdad.



Miremos-a-Ver70.blogspot.com


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